Escucho en un podcast que Nietzsche creía que los únicos pensamientos que tienen valor son los que pensamos mientras caminamos. Cojo las llaves, dejo el celular, salgo por la puerta.
Muevo los pies, uno detrás de otro, aunque Nietzche tampoco me caiga tan bien.
Paso a una señora anciana, la rebaso. Qué rabia da la lentitud de la tercera edad. Y por rabia quiero decir miedo. ¿Qué opinará ella de ese anuncio con esa modelo tan joven y perfecta? ¿Será que morimos envidiosos? ¿Envidiosos de no haber sido eternamente veinteañeros? ¿Envidiosos de esos años en los que no teníamos artritis?
El colmo de la envidia: envidiar a tu yo del pasado.
El semáforo está en rojo. Detengo los pies. Miro hacia arriba, me pongo romántica.
Dios, ¿estás ahí? ¿Te he hecho reír esta semana?
De nada.
¿Será que todos los padres sienten envidia de sus hijos? Al final, si lo piensas bien, en el mejor de los casos son la combinación exacta de tus genes con los de una persona amada o, en el peor, de tus genes con alguien que en algún momento, por algún error en la Matrix, te pareció atractivo. Les has enseñado, en el mejor de los casos, a no repetir tus errores. Le has dado las pistas que a ti nadie te dio. Son tú, pero con el software optimizado. Qué rabia.
Esta gente, toda, siente envidia.
Esta sociedad, toda, funciona porque envidiamos.
Qué corta es la mirada cuando sólo miramos hacia adentro.
Paso unos jardines verdes, podados, adornados con un poodle perfecto, que pasea. Un poodle pijo, de Sarriá. Un poodle con más herencia que yo.
¿La envidia dará cáncer?
Camino por la acera. Esquivo los charcos. En la esquina una terraza con amigos que hablan, ríen. ¿Cuántas veces se habrán stalkeado en Instagram entre ellos? Quizá ella, calculo, envidia la piel de la que va de rojo. Pero la de rojo, calculo, envidia el sentido del humor del que tiene pelo café. Pero el de pelo café —me pongo sangrienta— envidia a la pareja de la del bolso azul. Pero la del bolso azul quisiera pensar como piensa la de verde.
Y todos tienen ansiedad. Fin del cuento.
Cuánto tengo que caminar, Nietszche, para que lleguen los pensamientos de valor.
Quisiera ser un hombre para sentir envidias de hombre.
La gasolina de las redes sociales es la codicia.
La envidia es un pecado capital.
La cosa con la envidia, sabes, es que viene de una paranoia. La paranoia de la inferioridad. Tener siempre los ojos en el futuro, pero además en un futuro imposible. Y viendo el futuro desde abajo, para acabarla de chingar. Una prisión perpetua, como el título de Piglia.
Yo creo que toda la gente que tuitea tiene el autoestima un poco a medias.
Yo creo que toda la gente que camina por esta calle tiene el autoestima un poco a medias.
Y entonces envidiamos.
Y entonces a Elon Musk se le hinchan los bolsillos de monedas.
Paso a un costado de una cafetería nueva en el barrio. El café cuesta 2,65 euros y, según el anuncio, viene de todas partes del mundo. Me pregunto qué opinaría de este modelo de negocio alguien como Susan Sontag. Obvio lo hubiera registrado en sus diarios y esos diarios serían famosísimos y la reflexión de Sontag sobre el café de especialidad sería algo serio, estudiado en universidades, y alguien llevaría tatuada la reflexión de Susan Sontag sobre el café de especialidad en la nalga derecha.
¿Dónde acaba la admiración y empieza la envidia?
¿A quién habrá envidiado Susan Sontag? ¿A quién hubiera stalkeado en Instagram?
¿Por qué todo el mundo anhela la fama? ¿Qué será del nosotros si deja de haber médicos porque están todos ocupados grabándose para TikTok?
Ya veo mi casa a lo lejos, he dado una vuelta completa al barrio.
Dice Sara Protasi que existe un tipo de envidia positiva que nos ayuda a ser mejores, a optimizarnos como el iOS de Apple.
Qué bien el mundo cuando eres optimista.
Seguro a Mark Zuckerberg le encanta esta teoría.
Abro la puerta de casa.
Me quito la ropa.
Me meto a la ducha.
que manera de escribir, me encanto tu texto tan divertido y honesto. gracias comparto cada una de tus palabras 💖
A quien hubiera "stalkeado" la Susan Sontag en Instagram, no me dejará dormir. Supongo que a la Fornés. A James Baldwin, quizás. Al mega bohemio Zwerling, quien sabe. Buenas noches : )